Justo a
tiempo
Elección del momento adecuado de la siembra.
En
coexistencia con la agricultura los sistemas productivos ganaderos de la
Cuenca del Salado bonaerense han registrado en la última década un aumento en
carga animal que generó la necesidad de contar con una mayor oferta forrajera y estabilidad de pasturas fomentando su siembra. El implante de pasturas como base para
la producción ganadera se ha constituido de ese modo en una de las principales
herramientas con las que cuentan los productores pecuarios.
Ante el
creciente interés del sector ganadero de contar con disponibilidad de pasturas desde la Estación Experimental del
INTA Cuenca del Salado se acompaña a los productores impulsando ensayos y
trabajos técnicos que permiten obtener información y mejorar el manejo. Al
respecto, según explican los técnicos del Instituto de Tecnología Agropecuaria,
dado que “al implantar una pastura existen factores que
condicionan los resultados, los ensayos buscan la eficiencia a partir de la
correcta elección del cultivar, las especies de la mezcla, el sistema de siembra, la adecuada fertilización, el control
de malezas e insectos y
de la fecha de siembra”.
El
otoño es la época ideal de siembra de pasturas.
El
crecimiento vegetal está controlado por la radiación solar, la temperatura y el
agua. La variación estacional de la radiación solar incidente y de la
temperatura, determina que las especies para pastura de las regiones templadas
presenten máximas tasas de crecimiento en primavera o primavera-verano y
mínimas en invierno. En primavera se obtiene entre el 50 y 70 % de la
producción anual de forraje, con tasas de crecimiento que a veces duplican las
del otoño. Además de esto particiona la producción de biomasa hacia la parte aérea (tallos, hojas, flores) o la subterránea (raíces) según las condiciones reinantes de temperatura y fotoperíodo.
En
la Cuenca del Salado bonaerense “habitualmente existen dos épocas de siembra de
pasturas, una es en el otoño y otra la primavera. Si bien para el nacimiento de
las especies no existen limitaciones, las bajas temperaturas invernales generan
complicaciones que demoran el proceso y en caso de ser muy extremas hasta
pueden llegar a generar la muerte de plántulas”. Por el contrario en verano las
altas temperaturas del ambiente y algún período de déficit hídrico son
perjudiciales.
Contemplando
estas variables los técnicos de INTA señalan que “el otoño es la época ideal de
siembra de pasturas”, puesto que “permite superar rápidamente las etapas de
germinación y emergencia, lográndose de este modo la implantación, para poder
así superar el invierno con poca producción de biomasa aérea pero un buen
sistema radicular que le permitirá luego en primavera y verano estar bien
activo y explorar en profundidad”. Este último aspecto “es la limitante para
las siembras de primavera, ya que al superar los estadios de implantación
vuelcan casi toda su producción a la parte aérea, quedando el sistema radicular
poco desarrollado y en poca profundidad, lo que ocasiona un grave problema en
caso de darse un déficit hídrico en el verano pudiendo diezmar la población de
especies de la pastura”.
Fertilización:
Un aspecto
clave para lograr buenas pasturas y vigorosas en su inicio es el ajuste de la
fertilización de base. Sin embargo para esto es necesario saber qué contenido
inicial de nutrientes tiene el potrero el que puede determinarse vía análisis
de suelo.
“El
arranque es muy importante por la necesidad de cubrir rápidamente el suelo y
así minimizar el efecto de las malezas, que son más agresivas en la medida que
encuentren suelo descubierto, producto de una lenta implantación de las
pasturas”.
En ensayos
realizados en siembra directa en la Chacra Experimental Integrada Chascomús
(CEICh) con el fin de determinar diferencias entre pasturas fertilizadas con
fosfato diamónico combinando una dotación de fósforo con una de nitrógeno, de
otras sin fertilizar, “se observaron diferencias significativas en los cuatro
primeros cortes y en el total producido al año de implantarlas, con una
diferencia total es de 2.700 kg de MS/ha aproximadamente”.
Entre los beneficios los técnicos explican que “con esa diferencia
total manejada correctamente y teniendo en cuenta que el costo del fertilizante para una
dosis de 80 kg de Fosfato Diamónico es de 450 $/ha., se podrían
producir unos 150 kg de
carne/ha, es decir el equivalente a los costos de implantación de la pastura.
Apoyados en estos resultados los técnicos del INTA indican que “no fertilizar
una pastura a la siembra podría tener efectos muy perjudiciales para la misma y
su futura producción, además de resignar ganancias”, sobre todo en siembra directa.
Para mayor información:
Chacra
Experimental Integrada Chascomús (MAA-INTA). Mitre 202 Chascomús.
Tel. 02241
42-5075 | 43-6690
Referentes:
Ing. Agr Matías Bailleres.